miércoles, 1 de marzo de 2017

Escritura Automá[crí]tica XXVII

¿Hacia dónde vamos?


De entre todos los seres vivos conocidos el único que sabe lo que quiere es el hombre. Bueno no es que lo sepamos, nos lo preguntamos, que ya es una forma de saber.
¿Y el resto de los seres vivos?
El resto de los seres vivos come, se reproduce, dormita y se muere.
¿Y nosotros?
Bueno, lo nuestro es más complejo.
Porque somos inteligentes.
Hay mucha gente, casi toda, que piensa que nosotros somos los abanderados, que vamos por delante. Yo, alguna vez, me he preguntado si no pasará que somos los últimos. Que hubo un tiempo en que todos los seres vivos eran inteligentes. Que después pasó no sé qué, todos menos el hombre se sumieron en el instinto y ahí siguen, sin otra motivación que comer y reproducirse.
¿Y por qué digo esto?
Pues porque veo claros indicios de que nuestro sueño inconfesable, nuestra ilusión más salvaje es vivir como los animales.
¿Por qué digo esto?
Pues porque observo que en cuanto al hombre se le da lo mínimo para estar satisfecho, cesa toda actividad llamémosle humana.
Claro que parto de unos principios, de una hipótesis, que incluso a mí me parece controvertida.
Esta hipótesis dice que todo ser humano actúa en la consecución de un bien material. Teniendo en cuenta que un bien espiritual es lo más material que hay. Cuando material no es lo físico que se toca o sensorialmente se devora, sino aquello que satisface todas nuestras necesidades, no sólo las sensoriales.
Por ejemplo,
¿Por qué escribía como un poseso Robert Walser, que podía pasar por ser un escritor puro, sin oficio ni beneficio?
Error. Lo tenía. Mucho oficio y el beneficio no sé cual sería pero algo debería encontrar para dedicarse a ello con el ímpetu que lo hacía.
¿Estaba Robert Walser, sólo es un ejemplo hay más, los místicos, por ejemplo, o los budistas, en una etapa avanzada de materialismo? ¿Suponía para él tanta tangibilidad una página escrita como para otros seres humanos una comida opípara, una guerra ganada o la posesión de riquezas sin cuento? No lo sé, pero tan obsesionado con su tarea estaba como Alejandro Magno conquistando el mundo o Nerón destruyéndolo.
O sea que el próximo paso de Robert Walser podía haber sido, digo yo, presa de la desesperación de no saber por dónde seguir, sumirse otra vez en la animalidad. El instinto. Come back home.
Si no me equivoco en mi hipótesis, en la que se dibuja una evolución desde el materialismo más prosaico al materialismo más espiritual, pensar en una fase ulterior que hubieran sufrido el resto de las especies en la que se les hacía evidente y palpable el callejón sin salida en el que estaban, culminado el camino del materialismo más espiritual, no es un desatino. Fantasía, quizás pero no desatino.
Puestas las especies en esa tesitura, ¿No suena a lógico el abandono de la tarea y el repliegue hacia el punto de inicio, dónde si bien se perdían opciones se ganaba tranquilidad? Cayendo en brazos de la ignorancia y la inconsciencia de nuevo.
Y eso fue así, ¿Por qué el hombre se reveló? ¿O es que no estaba entonces?
Pudiera ser que fuéramos la especie más tonta de entre todas las existentes y que allí dónde todas entendieron el repliegue hacia los instintos primigenios para salvarse del desconsuelo infinito, nosotros nos quedáramos con la boca abierta y con cara de bobalicones, y ahora estemos haciéndonos pasar por los más listos cuando el resto de las especies viven tan inconscientemente que ni picardía tienen para reírse de nuestros esfuerzos vanos.

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