miércoles, 1 de noviembre de 2017

Escritura Automá[crí]tica XXIX




Explicando el gozo de escribir (Tratando)

Escribo para mí. Soy un egoísta y lo reconozco.
También leo para mí.
Así que Dickinson, Char, Valente, Celan, Jabés que son poetas crípticos, o Sexton, Olds que son poetas confesionales poco me tienen que explicar, no porque no pudieran, si no porque soy consciente de que, por mucho que me lo explicaran, yo estaré leyendo otro poema de aquel que está escrito. Porque sentir, cada uno lo hace a su manera.
Así que lo único que quiero explicar aquí, o contar, es el gozo que siento al escribir y que no siempre consigo.
Lo haré con uno de los últimos poemas que he escrito. Se llama “En estaciones” y se puede leer completo clicando en este link,

http://cadasegundodedentro.blogspot.com.es/2017/10/xcv.html


Escribí este poema con la evidente intención de explorar la similitud de la estación de trenes, lugar abierto, de paso, de entrada y salida, y el tren, rígido, directo, que entra, deposita sus viajeros y se va, con el coito. La estación y el tren. La vagina y el pene.
El poema se acababa, en un principio, así,

….Recibiendo trenes
a pesar del olor,
y del ruido.

Ahí se quedó.
Una vez le preguntaron a Pollock cuándo sabía que había concluido uno de esos cuadros llenos de manchurrones que le han hecho famoso y contestó,
-Lo sé de la misma manera que sé cuando ya no tengo más ganas de hacer el amor.
Algo parecido me pasa a mí. Escribo el poema y si nada más escribirlo, lo olvido, es que ya está.
Si no es así, me quedo olisqueando, como un perro de caza, inquieto, incómodo.
Con este poema sucedió que al cabo de unos minutos volví a él y ese, que está dentro de mí, y que parece que va a su rollo, me regaló la última estrofa,

Quizás alguno piense
en hombres y mujeres,
o los más básicos,
en vaginas y penes,
pero la realidad es
que escribo sobre…

 más aún, me dio la alegría y el gozo de descubrirme el último verso,

medios de comunicación.

Es más, pienso que ese oculto demiurgo, escurridizo y juguetón, me lo decía a mí, burlón,

                “Quizás pienses que has escrito un poema sobre hombre y mujeres... “

Como si,

Hubiera un bosque
en mi cabeza
y un espíritu maligno,
juguetón, que de vez que
en cuando caza una idea
y me la trae.

Y como si me oyera y quisiera certificarse me deja un último retoque del poema,

…recibiendo trenes
a pesar del olor,
dolor, y del ruido,
huido…


Un juego y gozo continuo.

lunes, 2 de octubre de 2017

Escritura Automá[crí]tica XXVIII


Escritura Automá[crí]tica XXVIII

 

Publicar después de muerto. Ventajas   


¡Qué extraordinario hecho sería que sólo se publicaran textos de escritores muertos!
Que los escritores fueran escribiendo durante toda su vida y acumulando manuscritos y manuscritos. Que las editoriales, las familias, los amigos estuviesen al tanto. Pero el público en general, no.
Que una vez fallecido el artista, su obra comenzase su periplo y pudiera suceder de todo: Que ninguna editorial quisiese publicarla, que fuese un éxito tremendo, que se empezase a estudiar en las universidades, que le fuesen concedidos premios, póstumos claro.
En pocas palabras, que tras la muerte del escritor se iniciase su carrera literaria.
¿Qué se conseguiría con eso?
Que no se escribiese tanto, tan innecesariamente y con intenciones poco confesables, que se escribiese por razones meramente artísticas o de pura locura, otra forma de ser artista, que el autor no perdiese el tiempo hablando de su obra literaria, que no hubiese escritores adelantados a su tiempo, que las interpretaciones de los escritos fuesen como gritos lanzados al vacio, que las críticas no fuesen ataques personales.
Este planteamiento tiene un punto débil y es que yo soy un escritor que no ha publicado ningún texto. Ya estoy oyendo las exclamaciones, ¡No me extraña nada que diga eso, si no ha publicado nunca!
Y todos en mente tendrían el resentimiento, la frustración, etc., etc.
Y podría ser.
Pero, ¿Y si no lo fuera? ¿Y si tuviese algo de razón?
Piénsese, pero no necesariamente exístase.
También alguien dirá, ¿Y de qué vivirían? Pues no sé, habría que preguntarle a Kafka o a Pessoa.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Escritura Automá[crí]tica XXVII

¿Hacia dónde vamos?


De entre todos los seres vivos conocidos el único que sabe lo que quiere es el hombre. Bueno no es que lo sepamos, nos lo preguntamos, que ya es una forma de saber.
¿Y el resto de los seres vivos?
El resto de los seres vivos come, se reproduce, dormita y se muere.
¿Y nosotros?
Bueno, lo nuestro es más complejo.
Porque somos inteligentes.
Hay mucha gente, casi toda, que piensa que nosotros somos los abanderados, que vamos por delante. Yo, alguna vez, me he preguntado si no pasará que somos los últimos. Que hubo un tiempo en que todos los seres vivos eran inteligentes. Que después pasó no sé qué, todos menos el hombre se sumieron en el instinto y ahí siguen, sin otra motivación que comer y reproducirse.
¿Y por qué digo esto?
Pues porque veo claros indicios de que nuestro sueño inconfesable, nuestra ilusión más salvaje es vivir como los animales.
¿Por qué digo esto?
Pues porque observo que en cuanto al hombre se le da lo mínimo para estar satisfecho, cesa toda actividad llamémosle humana.
Claro que parto de unos principios, de una hipótesis, que incluso a mí me parece controvertida.
Esta hipótesis dice que todo ser humano actúa en la consecución de un bien material. Teniendo en cuenta que un bien espiritual es lo más material que hay. Cuando material no es lo físico que se toca o sensorialmente se devora, sino aquello que satisface todas nuestras necesidades, no sólo las sensoriales.
Por ejemplo,
¿Por qué escribía como un poseso Robert Walser, que podía pasar por ser un escritor puro, sin oficio ni beneficio?
Error. Lo tenía. Mucho oficio y el beneficio no sé cual sería pero algo debería encontrar para dedicarse a ello con el ímpetu que lo hacía.
¿Estaba Robert Walser, sólo es un ejemplo hay más, los místicos, por ejemplo, o los budistas, en una etapa avanzada de materialismo? ¿Suponía para él tanta tangibilidad una página escrita como para otros seres humanos una comida opípara, una guerra ganada o la posesión de riquezas sin cuento? No lo sé, pero tan obsesionado con su tarea estaba como Alejandro Magno conquistando el mundo o Nerón destruyéndolo.
O sea que el próximo paso de Robert Walser podía haber sido, digo yo, presa de la desesperación de no saber por dónde seguir, sumirse otra vez en la animalidad. El instinto. Come back home.
Si no me equivoco en mi hipótesis, en la que se dibuja una evolución desde el materialismo más prosaico al materialismo más espiritual, pensar en una fase ulterior que hubieran sufrido el resto de las especies en la que se les hacía evidente y palpable el callejón sin salida en el que estaban, culminado el camino del materialismo más espiritual, no es un desatino. Fantasía, quizás pero no desatino.
Puestas las especies en esa tesitura, ¿No suena a lógico el abandono de la tarea y el repliegue hacia el punto de inicio, dónde si bien se perdían opciones se ganaba tranquilidad? Cayendo en brazos de la ignorancia y la inconsciencia de nuevo.
Y eso fue así, ¿Por qué el hombre se reveló? ¿O es que no estaba entonces?
Pudiera ser que fuéramos la especie más tonta de entre todas las existentes y que allí dónde todas entendieron el repliegue hacia los instintos primigenios para salvarse del desconsuelo infinito, nosotros nos quedáramos con la boca abierta y con cara de bobalicones, y ahora estemos haciéndonos pasar por los más listos cuando el resto de las especies viven tan inconscientemente que ni picardía tienen para reírse de nuestros esfuerzos vanos.