lunes, 8 de agosto de 2016

Escritura Automá[crí]tica XXIV



Laparoscopia
 
La laparoscopia es esa técnica médica que permite operar sin ser demasiado invasiva. No hay que abrir grandes agujeros en el enfermo que después cuesta tapar.
La realidad, como todo aquello que está articulado en lo material, en lo físico, que tiene tanta edad, está enferma. En realidad, la realidad siempre lo ha estado. Pues no deja de ser la enfermedad una prueba de existencia. Sólo lo muerto no está enfermo.
Nosotros, podría decirse, todos los que estamos vivos, incluidos cangrejos y chinches, somos como las células del cuerpo de la realidad. Unas están sanas, otras enfermas, muchas cancerosas, otras se muestran apáticas, algunas son bastante hijas de puta... etc., etc.
Nuestra condena, como las de las células, es que no podemos existir fuera de la realidad, de la misma manera que ellas no lo pueden hacer fuera del cuerpo.
Pero para nosotros se ha abierto un pequeño agujero y ahora cuando digo nosotros hablo de la élite de los seres vivos, o sea los seres humanos. Un pequeño agujero porque hoy en día no podemos permitirnos más, no porque no podamos después taparlo si no que no sabemos cómo hacerlo más grande.
Este agujero se llama internet.
Un agujero en la realidad.
Un agujero que mediante técnicas semejantes a las de la laparoscopia está permitiendo, no ya operar dentro de la irrealidad si no algo más: Abrir irrealidad. Ensanchar mundo.
Pacientemente, cada aplicación nueva, cada plataforma de servicios que aparece es un ladrillo, un cimiento que eleva esa irrealidad de la que hablo.
Por el pequeño orificio que nació con la matemática binaria, el hombre, con su delgado y flexible ingenio, ha ido introduciendo cada vez más material para poder ir abriendo camino. Y cada vez hay más espacio, hay más mundo.
A nadie se le escapa cual es el objetivo. Por el medio que sea. O el agujero se hace más grande, o nosotros nos hacemos más pequeños.
El objetivo, al contrario que en la ciencia médica, es pasar al otro lado. Al otro mundo.
Ya hay personas que tienen su vida, en un porcentaje muy elevado, inmersa en internet. Este porcentaje irá en aumentando.
Y si se hace imposible meternos materialmente en ese mundo, que nunca se sabe, ¿A quién le parece imposible que llegué un día en que sí que podamos hacerlo totalmente de una forma intelectual?
Quedando en algún lugar, se verá, estaciones de acogimiento temporal, nuestro cuerpo, nuestro envoltorio humano como maltrechas cascarujas, hasta nuestro regreso.
¿Alguien duda de que muchos no regresaran?
Otro desecho del que ocuparse.
¿Irá al contenedor de la orgánica o al de envases?
Nunca el hombre ha estado tan cerca de cumplir un anhelo siempre presente: Poder deshacerse del cuerpo, ser sólo espíritu. No estar supeditado a su presencia y a sus exigencias. Es, sí, una manera grosera, primitiva de separar el cuerpo del alma, pero será el comienzo. Recordemos las cavernas en las que empezamos refugiándonos y miremos ahora esas agujas que apuntan al cielo, desafiando no ya la gravedad si no nuestra pesadez y materialidad. Es una invitación a prescindir de los ascensores.