miércoles, 14 de octubre de 2015

Escritura Automá[crí]tica XVI



Toda queja sube rauda y se agosta en proporción a la presencia que…….lo había escrito rápido y ahora al pasarlo a la página no sé qué pone…… ¿Qué me he perdido? ¿Qué pensamiento cuajó en aquel momento que ahora no puedo recuperar porque no entiendo mi letra y aunque repaso el texto no puedo recuperar aquel pensamiento……………………………………………………………………………………………………………………………………………….pone ¿injuria?¿Importa?¿Impregna?.....digo la frase….Toda queja sube rauda y se agosta en proporción a la presencia que………..una y otra vez…..me quedo en el qué, a las puertas de una idea, de una imagen.
Me rindo. La perdí para siempre. Puede que vuelva. Volverá con otro ropaje. No la reconoceré como hija mía, idea huidiza. Como hijo mío, pensamiento pródigo.
Sigo.
Y los gritos del lado contrario menudean. Si no a qué…..la tarde menudeaba sin personalizar. No había muerto y había cambiado de opinión tantas veces…..como para dejar de llamar la atención.
Pero el sol y el agua que iban y venían no le hacían burla a los quejidos. Se acoplaban los dos fenómenos.
Su cabeza iba y venía al ritmo sincopado de la tarde, sufriendo el acompañamiento de los gritos.
¿Y si sus brazos se alzaran de pronto?
Pidiendo un crescendo de sol, seguido de un punteo de gritos, el goteo del agua que desembocaba en un minueto de lluvia.
Él, en el mundo, encontraba el compás.
Vino su madre a buscarlo. Cada tarde lo recogía.
La vi irse con él……porque no es justo decir los vi irse. Me puse a aplaudir.
-Al final, vas a terminar como ellos- me dijo su madre volviendo la cabeza, con una media sonrisa.
Entonces él levantó los brazos y comenzó a dirigir aquel fragmento de tarde en la sinfonía del mundo.
Juraría que todo yo había sido pensamiento en la tarde pero no sé.
En el “no sé” se dirimiría la magia de la vida y los hombres.